La Residencia Nuestra Señora de la Peña de Calatayud, gestionada por las Hermanitas de los Ancianos Desamparados, se vistió de gala para celebrar un acontecimiento extraordinario: el centenario de dos de sus residentes, Daniel Pasamón Solanas y María Rosa Pérez Hernández. La jornada estuvo marcada por la emoción, el recuerdo y la alegría compartida por familiares, compañeros y las Hermanitas.
Los actos conmemorativos comenzaron con una emotiva misa en honor a los cumpleañeros, seguida de la entrega de regalos. La celebración culminó con un animado ágape donde se revivieron entrañables anécdotas y momentos de la vida de María Rosa y Daniel. Entre los asistentes se encontraban los nietos y bisnietos de Daniel, así como los sobrinos de María Rosa, algunos de ellos llegados desde Barcelona, lo que subraya la importancia de este día para sus seres queridos.
María Rosa Pérez Hernández: una vida entre ciudades y misiones
Nacida en Calatayud el 8 de marzo de 1925 y bautizada en la Basílica del Santo Sepulcro, María Rosa ha tenido una vida marcada por los viajes y el servicio. Debido al trabajo de su padre, José María, director de banco, la familia (compuesta por sus ocho hermanos y su madre, Isidra) se trasladó primero a Daroca y luego a Valencia. Fue en la capital del Turia donde María Rosa estudió secretariado, profesión que la llevó a trabajar en una prestigiosa tienda de modas en Barcelona.
Su familia destaca por su notable trayectoria; entre sus hermanos se encuentran un presidente del Consejo de Estado, una dominica de la Anunciata y varios sacerdotes, uno de los cuales llegó a ser secretario del Santo Padre José María Escrivá de Balaguer. Precisamente con uno de sus hermanos sacerdotes, María Rosa emprendió un viaje misional a Caracas, Venezuela, donde residió durante muchos años, dedicándose a hacer el bien. Quienes la conocen resaltan su carácter alegre y bondadoso, así como su interés por mantenerse siempre al día de las últimas novedades, disfrutando aún de su revista semanal de ecos de sociedad.
Daniel Pasamón Solanas: raices en la tierra y alegría contagiosa
Daniel Pasamón Solanas vino al mundo el 29 de abril de 1925 en Ibdes, en el seno de una familia de agricultores. Su niñez estuvo dividida entre la escuela, donde destacó por su rápido aprendizaje (llegando a ser adelantado de curso), y la ayuda a su padre en el campo, manejando mulas desde los 12 o 14 años. La vida de Daniel, aunque marcada por la temprana pérdida de su madre, Juana, y posteriormente de su esposa, Amparo Guajardo Serrano, y su única hija, Juana, ha estado llena de una alegría inquebrantable.
Sus nietos, Daniel, Rubén y Álvaro, recuerdan con cariño los momentos de juego, sus cuentos de «La Cabra Montesina» o «Los 7 Cabritillos», y cómo les permitía jugar con su mula, «La Morica», incluso pasando por debajo de su barriga. Daniel también disfrutaba enormemente jugando a las cartas con su nieto menor, Álvaro. A pesar de las adversidades, siempre ha sido una persona jovial y ha tenido la inmensa fortuna de conocer y jugar con sus bisnietos. Su vida ha girado en torno al trabajo incansable en el campo, su huerto, su familia y su amado pueblo, Ibdes, al que siempre describe como «el mejor pueblo del mundo». Sus únicos «vicios», como él mismo bromea, han sido el trabajo duro y los dulces, especialmente un buen merengue de Calatayud.
La celebración no solo fue un tributo a la longevidad de Daniel y María Rosa, sino también un reconocimiento a las vidas plenas, marcadas por el esfuerzo, el amor familiar y la capacidad de contagiar alegría, que ambos han sabido construir a lo largo de un siglo.
